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Paradoja de Abilene



Una calurosa mañana, una familia platica en la terraza. El papá de repente dice, -“Creo que deberíamos salir a pasear a Abilene y comer allá”, no porque él quiera, sino porque él cree que a los demás les gustaría así que propone un viaje a Abilene, un poblado ubicado a casi dos horas de camino.


La esposa -solo por no querer contradecir- responde de inmediato diciendo que es una buena idea. El suegro, a pesar de que sabe que el camino es largo y hace calor, piensa que mostrar desacuerdo iría contra la tendencia del grupo, además no quiere contradecir a su amada hija y acepta ir al viaje. La suegra, -que tampoco quiere ir pero no quiere ser tachada de aguafiestas-, responde de inmediato: "¡Por supuesto! ¡Vamos!, no he ido a Abilene en mucho tiempo".


Y claro todos suben al coche, el viaje es largo y caluroso, cuando llegan a Abilene, la comida es mala y no resultó lo que esperaban. Cuando regresan a casa todos cansados, el esposo dice, de manera mentirosa: "Fue un buen viaje, ¿no?", y la suegra responde que en realidad no quería ir, pero que aceptó porque el resto del grupo estaba emocionado. Pronto, descubren que los cuatro habían aceptado hacer el viaje por la misma razón y, en realidad, todos fueron a un viaje al que ninguno quería ir.” Vaya situación chusca, pero realista.


Este relato conocido como “La paradoja de Abilene” del sociólogo Jerry B. Harvey intenta ejemplificar el por qué en ocasiones los grupos de personas tomamos decisiones terribles cuando en realidad, ninguno de los miembros individuales está de acuerdo.


En la convivencia social, estamos predispuestos a seguir las ideas y corrientes predominantes en el resto del grupo, la mercadotecnia lo sabe, e incluso aunque en realidad no estemos de acuerdo con ellas, es así como a veces vestimos cierta ropa que no resulta muy cómoda pero está de moda, compramos algo que no necesitábamos, o terminamos haciendo, apoyando o pensando algo en lo que realmente no estamos del todo convencidos o no es de nuestro agrado pero todos lo hacen, o todos lo dicen, o todos lo usan y nos gana el miedo a nadar contra la corriente o ser señalados como subversivos.


Hay investigaciones que comprueban cómo el cerebro humano está habilitado para cambiar su punto de vista si este no concuerda con la norma. Es decir si todos piensan o hacen algo en lo que yo no coincido en automático detecto que debiera adaptarme a los demás. Pero esto no quiere decir que debamos hacerlo, y eso lo dictará el nivel de las convicciones personales.

La paradoja de Abilene es un ejemplo fascinante de cómo nos comportamos en grupo y probablemente hemos pasado alguna vez por una situación como esta, lo que me lleva a proponerte 3 claves de mejora personal.

Primera Clave: Nunca mates al preguntón que vive en tí siempre cuestiona y trata de obtener la mayor cantidad de información para tomar decisiones adecuadas.


Segunda Clave: Trata de conocer y analizar las razones que las otras personas tienen para tomar esas decisiones, tal vez en lo secreto se encuentren buscando razones para actuar de forma distinta, pero necesitan apoyo.


Tercera clave: La próxima vez que sientas que no encajas en una idea o acción donde todos van como borregos, antes de actuar solo por inercia o para no verte diferente, reflexiona si esas acciones o ideas realmente son adecuadas, sanas, lógicas, si te harán mejor persona y si están en sintonía con tus convicciones personales y proyectos, de lo contrario puedes terminar de paseo en Abilene.


Porque al final del día, somos producto de nuestras decisiones.

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